cuentos, general

Homenaje a un grande

Lo que estaba oculto

Desde hace un tiempo siento disgusto de caminar por la calle cuando esta entrada la noche; sobre todo cuando esta semi vacía como ahora, en donde cada sombra puede interpretarse como una amenaza. Distintas son las noches en donde una hermosa soledad dota a mi caminata de sólidas reflexiones o cuando la multitud otorga una cálida seguridad.
En noches como esta sopla el viento del noreste, cargando el olor del mar, inconfundible con su resaca de peces, algas y cangrejos, y nadie salvo yo sabe lo antinatural y repugnante que es, porque en el pueblo serrano en donde resido ahora no hay cerca ningún mar con su olor a peces, algas y cangrejos.
En esta época de portentos tecnológicos mi… aventura cobra matices sumamente siniestros ya que demuestra la elevada inteligencia de algunos seres.
Los jóvenes siempre pensamos que, superado cierto tiempo, la experiencia deja su lugar a una incapacidad de raciocinio: la decrepitud. Pero tropecé con algo tan viejo y tan arrogante que cabe pensar que recién esta dando sus primeros pasos. Tiemblo al pensar que él podría no llegar nunca a la senilidad y posteriormente a la muerte.
Les hable del mar; antes de mudarme y de temer vivía en un pequeño pueblo en las orillas del mar. La nuestra es una región casi virgen en el sentido de que los aborígenes no habían llegado nunca; mis antepasados (apenas tres generaciones hacia atrás) fueron fundadores. Ellos, pues, son los primeros ocupantes de mi tierra, o al menos eso es lo que se conoce.
Recuerdo que era a fines de marzo (los últimos calores del otoño) cuando estaba caminando entre los medanos. Creía conocer a la perfección la zona y estaba deambulando en busca de sosiego para mi alma.
En cierto punto perdí pie y caí rodando por mucho más tiempo del calculado, era como si la duna se hubiese vuelto más pronunciada a medida que daba tumbos.
Cuando me detuve pude ver que estaba en una especie de cueva, algo impensable en mi entorno. La falta de luz no dejaba ver más que contornos, lo cual es una ventaja el pensar en los obscenos grabados de la cueva de textura metálica. Mis dedos solo descubrían tallas horizontales, verticales y circulares, sin que pudiera formarse una idea clara de lo que allí había representado.
Con cada eco metálico que arrancaban mis pisadas notaba una cierta… deformación del recinto. En ocasiones se hundía ligeramente, en otras se sacudía espasmódicamente. Temiendo un derrumbe comencé a correr, lo que desencadenó más temblores, algunos jadeos lejanos y la aparición de un olor como a algas podridas. Era como si alguien hubiera tirado una tonelada de pescado al sol y luego se marchara.
Aquello no era sano. La caída, los temblores y ese olor me crispaban los nervios. Loco de terror huí con la vana esperanza de encontrar una salida.
El paroxismo de terror llego cuando el terreno en que caminaba se alzo y me hizo trastabillar, golpeándome contra las paredes mientras caía.
Amortiguo mi caída arena húmeda y de olor nauseabundo. Me alcé para protegerme de lo que creía un derrumbe inminente y lo que vi por poco me hace perder la razón.
Frente a mí estaba un ser del doble de mi altura, que me miraba con avidez. Solo pensar en tal blasfemia a la realidad me altera. Las tallas metálicas que había tocado parecían ser los pliegues musculares de aquella horripilante criatura que se apoyaba sobre extremidades que no eran ni brazos ni aletas ni tentáculos. Me miraba con cuatro desagradables ojos inyectados en sangre, mi miraba decidiendo mi vida o mi muerte.
Gracias al cielo no me presto atención y gruñendo se retiro hacia el mar. Fue un espectáculo grotesco ver como la arena le habría paso como si estuviera asqueada. Aun más repugnante fue ese olor a animal marino ¿Puede esa abominación vivir en el lecho marino? La Creación no se lo permitiría, pero me temo que la Tierra le importa muy poco.
Es por eso que tiemblo cuando el viento del nor-este me trae el gusto del mar, en este lugar que esta muy alejado del mismo.
¿Quién me puede asegurar que realmente se alejo de mí?

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